CENA-PERFORMANCE ANAMORFOSIS “NOTHING COMPARES 2U”
"Un conflicto de degustación psíquico-público en cinco actos."
En el año 2354 DC la humanidad ya no tiene dónde esconderse. El espacio íntimo ha desaparecido y el ser humano se ha convertido en un ser totalmente público y homogéneo. Todo había comenzado con la creación por Internet de identidades virtuales que se acabarían transformando con los siglos en biocyborgs, que encarnan y muestran hasta el más recóndito aspecto de nuestra personalidad.
Esta es la ficción desde la que se sitúa Anamor para gestar una de las cinco propuestas de producción que se han estado llevando a cabo a lo largo del año 2012 en Homesession dentro del ciclo Invited One Day. El ciclo comenzó en abril con Pre (Collective show), una exposición que servía como punto de partida de los procesos productivos y con la que Homesession inauguraba además su nuevo espacio.
En ella, Anamor (José Antonio Delgado) buscó mediante un casting a su alter ego (Yeray Nauset). El proyecto se materializó finalmente el 9 de noviembre en una cena-performance en la que, a través de la aparente sencillez de una comida, Anamor y su doble ofrecían la complejidad de un conflicto personal, de lucha contra la propia psique, contra esa otra cara de su identidad.
“Deja de ser lo que piensas que eres, averigua lo que eres”. Con esta consigna y con la audición en off de un relato de ciencia ficción que sitúa a los asistentes en el mundo de 2354, comienza la performance.
¿Y qué sucede en este fatídico futuro? Que todas las partes de la psique de cada humano han sido despiezadas y recolocadas en biocyborgs. Sin posibilidad para el pensamiento privado, todas las identidades son públicas y todos los actos, observados.
¿Todos? ¡No! A modo de grupúsculo de resistencia en esta sociedad en la que el individuo no posee capacidad de esconderse, la historia cuenta que ha surgido un pensamiento revolucionario capaz de cambiar las cosas. Ese pensamiento rebelde se resume en un grito de guerra: Nothing compares to you. Porque no hay nada como tú mismo, como la individualidad, la riqueza de tus múltiples facetas. Ante una sociedad que homogeneiza y anula, Anamor propone la más antigua y revolucionaria de las armas: el cuerpo. Y a través de él, el placer y la subjetividad.
Y en esta performance liberadora Anamor y su Doppelgänger superarán su conflicto y se reconciliarán -aun luchando en cruel batalla hasta el último minuto, resistiéndose a ser uno-, mostrándonos su crisis psíquica en público, como ejemplo de la lucha de Resistencia del individuo en la sociedad futura.
Anamor escenifica esta batalla en una cena performatizada en cinco actos puntuados por fragmentos audiovisuales y musicales. Cada uno de los actos viene acompañado de un plato que, mediante su título, sus sabores, su textura o su presentación explican esas etapas del viaje hacia la reunificación del yo. El menú, ideado por Anamor con el chef Marcos García, junto con la puesta en escena, la atención a los asistentes y la capacidad de performativización de la comida y conceptualización de los platos, son claves para la interpretación de la historia y de la lucha psíquica entre los dos Anamor.
La experiencia recuerda en algunos puntos al proyecto del restaurante Food que Gordon Matta Clark, en cooperativa con otros artistas de la escena neoyorkina de principios de los 70, crearon como punto de encuentro y creación de comunidad a través de la comida, la performativización de sus rituales, sus propiedades matéricas y su relación con el cuerpo.
También, por su trasvase entre personaje real y personaje ficcional, podría traerse a colación The Chromatic-diet de Sophie Calle. En este trabajo Calle recrea y lleva a cabo la dieta por colores del personaje de Maria en el Leviathan de Paul Auster, personaje que a su vez está inspirado en ella misma.
El primer acto abre con una escena de El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972), en la que los invitados a una cena descubren con horror que el comedor en que se encuentran se ha convertido en el escenario de un teatro, con un apuntador que les sopla las líneas de diálogo y el público que silba impaciente en espera de que allí pase algo. Esa escena y el primer entrante – un Esférico de amor amargo con trago de Dry martini nos introducen en ese futuro distópico del relato inicial en el que se puede observar hasta el más mínimo de nuestros pensamientos. Por otro lado, el regusto amargo del cóctel combina bien con esa sensación de estar expuesto de manera brusca y sin escapatoria, como los burgueses de Buñuel, a la mirada y las expectativas de un público. Los propios comensales invitados a la performance se hacen así parte de la obra y son público y actores al tiempo.
En el acto Dos, Conflictos del género amoroso, Anamor sirve como segundo entrante la Crema “que te den calabazas” y sus espinas. Aquí el rechazo amoroso, el desencuentro, la parte más ingrata del amor humano, se acompaña de una preciosa interpretación aflamencada de Glory Box de Portishead. “Give me a reason to love you”. El conflicto amoroso de Anamor se origina en el desencuentro con su propioYo.
En una casi lógica continuidad se proyectan algunos fragmentos de la película Jamón, Jamón (Bigas Luna, 1992). La relación grotesca y sexualizada entre comida y cuerpo es adecuadísima para el drama y avanza el acto siguiente: Yo como de todo: contraataques del modelo psico-social, que plantea la homogeneización del cuerpo mediante la negación de los placeres sensoriales de la comida, una vez superada la necesidad biológica de alimentarse. Frente al pecado capital de la Gula, se opone la virtud moral de la Templanza. En el comedor escenario, el fondo es ahora una serie de fotos de una modelo de talla grande que manipula los alimentos de manera tan física, que resulta obscena. Mientras se repite incesante el lema “las misses también comemos”, los Anamor sirven a los comensales el primer plato, Miembro marcado de brandada con pimiento morrón. Pero es un trampantojo, a primera vista parece carne pero está hecho de pescado y vegetal. Como las misses, que también poseen algo de trampantojo, con su imagen cosificada de salud y belleza, que comen de todo, según los tópicos de la profesión, y sin embargo se ven privadas de aquello de lo que tanto presumen. La carnalidad y el disfrute del proceso alimentario negados a las modelos son un avance de la negación de la individualidad en el futuro año 2354. Durante este acto Anamor y Anamor no sólo sirven los platos con exquisitez, también se dedican a frustrar el placer sensorial de los comensales, se beben sus copas, meten el dedo en la comida o la retiran antes de tiempo. Impidiendo el pleno disfrute de la comida provocan malestar entre los comensales que se ven negados del último bocado, del trago de un vino perfectamente maridado en plena salivación.
En el intermedio la escena proyectada es aquella de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) en la que Vincent y Jules amedrentan a los raterillos que han robado un maletín a su jefe. El diálogo previo al tiroteo es un preludio que aumenta progresivamente la tensión, mientras Jules se come la hamburguesa y se bebe el refresco de uno de los aterrorizados ladrones antes de recitar un pasaje bíblico y vaciarle el cargador encima. La banalidad del diálogo sobre las hamburguesas contrasta con la lectura bíblica y la explosiva matanza final. Eso mismo pasa en la cena, los Anamor crean aquí un momento de calma como preámbulo del giro final, mientras los comensales se sienten incomodados e inseguros, en espera del siguiente movimiento.
Anamores Fight: El último round, es el acto en el que se muestra esa lucha decisoria. Los Anamor sirven el segundo plato, Rabo de buey al vino tinto con parmentier ahumada. El plato contiene el rojo de la sangre, como el chorro que brota de la cara del boxeador en el golpe del round final que le deja KO. La carne es a su vez emblema del pecado y del exceso, del binomio vida/muerte, del depredador en la naturaleza, del humano en definitiva.
E interrumpe otra canción que se siente como un grito de auxilio, un desgarro en el que Anamor se pregunta, se exige, por qué su conflicto no puede ser resuelto, por qué su identidad no puede contener a su doble Yo. Él canta: “Tell me why, Why can't we live together.” No tengo una razón, pero es que quiero mantener mi identidad. No quiero dar mi brazo a torcer, pero... ¿por qué no podemos vivir juntos y en paz?
¿Por qué no unir todos los pedazos de nuestra psique desfragmentada y expuesta? Ahora se avanza la solución.
El inicio de la catarsis es amenizado por una escena de la película Como agua para chocolate, (Alfonso Arau, 1992) que coloca a los comensales en una situación de celebración, con la comida como elemento imprescindible en cualquier ritual y por consiguiente en éste, que es celebratorio y gozoso, prólogo a la reunificación de Anamor. El paralelismo entre comida y emociones en la película, o cómo los platos a modo de poción mágica provocan efectos extático-místicos, se hace clave en este momento.
El último acto ya contiene el momento de la victoria en la psique de Anamor. La reunificación: Nothing Compares to You, es un acto de querencia a sí mismo, de redención sin tapujos aceptando todas las facetas del Yo. Ahora que ha dejado de ser lo que pensaba que era y ha averiguado lo que es en realidad, y además se ha atrevido a asumirlo, resuena enérgico el grito de guerra Nothing Compares to You, cantado a dos veces por los Anamor.
La celebración se acompaña de la degustación del postre, Lomo de naranjas de la China con filete de Campari, junto a la proyección de una escena de El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987) en la que la protagonista confiesa que ha gastado toda su fortuna en preparar un banquete para sus vecinos, algo tan exquisito que difícilmente podrán volver a probar. “Yo podía hacerlos felices cuando daba lo mejor de mí misma” explica Babette. Y esto ha ofrecido Anamor: lo mejor de sí mismo, sin esconder nada a veinte complacidos y – ya a estas alturas- eufóricos comensales. Ha hecho partícipes de su lucha a una pequeña comunidad de veinte escogidos, pero con una ventana al mundo exterior por medio de una red social, exhibiendo su intimidad triplemente triunfante. Primer triunfo por lograr su autoconocimiento, porque su lucha de fuerzas psíquicas acaba en posterior reunificación.
Los invitados son atendidos como príncipes por unos exóticos Anamor vestidos como marajás. El dress code obligaba a los comensales a acudir a la cena extravagantemente vestidos, forzando su propia imagen y forzándose a potenciar ciertos aspectos de su identidad, de su Yo que también son y que esa noche se atrevía a serlo en su esplendor. Segundo triunfo por tanto en señalar la subjetividad como nuestra única y auténtica riqueza.
La distopía, dentro de los géneros de la ciencia ficción, es la más pesimista de las cosmovisiones. Recrea una hipotética pero probable sociedad futura, normalmente sometida a una forma de poder totalitario, que además es omnipresente gracias a un dominio abusivo de la tecnología. Nada menos que una llamada de atención sobre el mundo hacia el que nos dirigimos si las tendencias políticas y los saberes actuales se desarrollan en un sentido indeseable.
Anamor inscribe en una ficción distópica el temor a la pérdida del Yo, rendido y dominado por la norma, por el Superego. Al igual que en la mitología grecorromana, Eros y Psique se han separado. Psique habría ido a parar a la esfera pública, totalmente fragmentada y comercializada en busca de audiencia. Así, despiezado y vendido al ojo público el sujeto del futuro, los Anamor intentan ganar la guerra y recuperar el control. Hedoné (la voluptuosidad), vástago resultante del reencuentro amoroso de Eros y Psique, es el arma fundamental que poseen para lograrlo. Tercer triunfo entonces en la elección de lo corporal y del placer como estrategia de resistencia.
“Deja de ser lo que piensas que eres, averigua lo que eres” es la frase con la que comenzaba la cena- performance de Anamor, y que coincide con el aforismo délfico Nosce te ipsum. Es decir, conócete a ti mismo, aquello que te hace único. Algún tiempo después Horacio añadió Sapere aude, o lo que es lo mismo, atrévete a saber. Ya que no hay nadie como tú, ten el coraje de ser único en tu multiplicidad. Sólo así podemos reconquistar las herramientas para resistir y sabernos incomparables en un presente cada vez menos utópico.
Pilar Cruz Ramón