ARQUEOLOGÍA PREVENTIVA, MEMORIA LABORABLE
Texto en el número 20 de la revista Artiga sobre el ciclo Arqueología preventiva, comisariado por Oriol Fontdevila en el Espai 13 de la Fundació Miró. (Sept.2013 a sept. 2014.)
Leer el artículo original en catalán: ARTIGA#20
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¿Para qué sirven los lugares de la memoria? Sobre todo para pasear los domingos. Tal vez algo así pensaba Andreas Huyssen cuando dio por agotada a la cultura de la memoria en su función de instrumento para pensar la actualidad. Eso es lo que invoca el comisario Oriol Fontdevila como premisa del ciclo “Arqueología preventiva” que se lleva a cabo en el Espai 13 de la Fundació Miró hasta, precisamente, septiembre de 2014.
Y digo precisamente por lo pertinente que resulta el proyecto que nos ocupa respecto a aquello que esta efeméride significa en el relato que conforma la memoria colectiva de la Cataluña actual.
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La arqueologia preventiva es este peaje que el poder económico ha de pagar al interés científico. El conflicto surge cuando aparece, durante el transcurso de una cata preventiva, un resto, un objeto cotidiano que saluda desde el pasado y tiene la desfachatez de dejarse ver en el terreno escogido para un párquing o una radial. Es este un objeto que tiene la capacidad de paralizar obras con el consiguiente perjuicio económico. Y este poder del objeto de hacer que se tome la decisión de su estudio y reenterramiento o su excavación para una lectura total – y en último extremo musealización del lugar y sus hallazgos – tiene la medida de la importancia que obtenga dentro de un relato histórico oficial.
El cicle "Arqueologia preventiva" observa estos terrenos y observa los objetos que aparecen durante las primeras catas. Y a través del trabajo de los artistas surgen otros objetos durante la excavación y surgen momentos y escenarios históricos que tal vez en otras circunstancias no paralizarían las obras, - en el mejor de los casos se enviarían a una universidad para que se estudiaran-.
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Por eso insiste el comisario en el método arqueológico pero también en el historiográfico. No se trata sólo de encontrar ciertos restos, también se trata de leerlos de cierta manera y otorgar cierto espacio dentro de la habitual lisura del relato que forma la memoria colectiva. Así pues, los artistas se desplazan a lugares de memoria de Montjuïc y descubren allí otros objetos que cuestionan la lectura del pasado y sobre todo las escrituras de memoria colectivas que se ofrecen dentro del discurso historiográfico habitual y legitimado.
Aquí se situan los proyectos de Oriol Vilanova, Lúa Coderch, Lola Lasurt y Antonio Gagliano. El primero con una reflexión sobre los escenarios históricos del Poble Espanyol y el Pabellón de Mies van der Rohe, manifiestos de las esencias de la identidad tradicional y del Movimiento Moderno, respectivamente.
Es curioso cómo su intencionalidad primigenia se ha trasladado a sus usos actuales, siendo el Poble mayormente enfocado hacia actividades de artesanía o música popular mientras que el Pabellón se alquila para eventos exclusivos y presentaciones de producto.
Seguirá a lo largo del curso las investigaciones de Lúa Coderch sobre los Juegos Olímpicos de 1992, uno de los momentos más brillantes para la historiografia oficial barcelonesa; y los mecanismos que activan la sensación de conciencia de estar viviendo un momento histórico aquí y ahora, de ser testimonios de estos instantes cruciales que representan giros radicales del relato. Lola Lasurt por su parte acude a dos lugares donde la significación está apropiada por la institución a costa de la memoria popular, sobre todo a partir de la escultura pública y los cambios de nomenclatura de calles y plazas, terreno donde el poder tiene casi siempre más control que la misma memoria popular, a pesar de que el pueblo en su infinita sabiduría y gracias al uso diario no siempre admite estas apropiaciones. Finalmente Antonio Gagliano contrasta las diferentes maneras de representación del tiempo y la historia en las diferencias entre lo representado y su soporte, a partir de archivos del Instituto Cartográfico de Cataluña.
Este tránsito por caminos de la memoria utilizando como instrumento el arte contemporáneo puede aportar innovación a la manera en que ésta afecta a nuestra identidad. Aquí se sitúa la intención del proyecto de renovar la gastada cultura de la memoria, y en este sentido me parece interesantérrima la reflexión que el comisario hace en el blog 1 del proyecto sobre cómo puede ser que los discursos alternativos (en concreto está hablando del discurso libertario) sobre la memoria no se acompañen de una refrescante reflexión estética. En efecto, la inserción de voces minoritarias, subalternas o vencidas se tiene que producir desde nuevas condiciones y formas o en caso contrario estas voces se pasan al bando de la hegemonía, en tanto que el continente se contradice con el espíritu del contenido.
Aquí es donde proyectos como “Arqueología preventiva” pueden aportar sentido a las discusiones sobre memoria. No sólo al observar nuevos objetos sobre los cuales leer la historia sino también nuevas maneras de leerla y, sobre todo, nuevas maneras de explicarla y de que pase a formar parte de la memoria colectiva.
Pero para que sea colectiva ha de ser también individual. Por eso es tan importante que al trabajo de los artistas se una un trabajo muy afinado de mediación que en este caso está llevando a cabo el colectivo La Fundició con el Espai 14-15. Desde aquí tratarán de acompañar estos caminos del trabajo artístico con diferentes agentes – historiadoras, archiveros, profesoras y vecinos, entre otros-, para que esta construcción de relato a partir de los objetos encontrados sea realmente producida en comunidad.
Sólo de esta manera la memoria colectiva se asume como propia. Y sólo de esta manera, si se hace bien, el lugar de la memoria deja de ser aquel por el cual simplemente paseamos los domingos, el tocho de bronce en la plaza, o el día en rojo en el calendario, para convertirse en patrimonio real del ciudadano, con toda su significación y toda su carga identitaria.
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